LA MESA Y DESPUÉS LA IDEA (Ensayo para escépticos)

José María Sánchez García

Confieso que el acto de proyectar produce placer; aunque son más las veces que, por impotencia o duda, se transforma en un ejercicio incómodo y desagradable. El primer contacto con un proyecto es siempre atractivo: como un autómata, la memoria responde a los datos recogidos. La cabeza se llena de cosas: miles de imágenes, comentarios, lugares y algo que, sin saber muy bien porqué, la mente se empeña en repetir.

Una y otra vez, las distintas soluciones se amontonan. Las propuestas se multiplican. Todas válidas y a la vez opuestas. Un rastreo mental que no se detiene, que se actualiza al momento, un sinfín de posibilidades que aparecen y desaparecen en un abrir y cerrar de ojos. Parece fácil y divertido.

Es entonces cuando, confiados, nos sentamos a la MESA (como razón) en busca de la IDEA (como poesía).

Fotografias, materiales, diagramas y porcentajes numéricos se van entremezclando con el programa del proyecto. El copia y pega es la metodología base. Sin un fin aparente, los datos iniciales van materializándose. Los diagramas pasan a ser secciones transversales. Las pautas de partida se justifican. Los conceptos van apareciendo sin argumento alguno. Sin embargo el proceso, tan fructífero en sus inicios, va perdiendo el sentido; falta algo. La acumulación de datos inconexos distrae; ausencia de una razón común confunde. Sin sustancia, poco a poco, nuestro método se va apagando.

La MESA, cada vez mas llena, casi sin espacio para la IDEA.

Poco a poco nos vamos quedando solos. La IDEA se aleja. No encaja, no cabe o, simplemente, no tiene sentido. Angustiados, sin saber por dónde continuar, buscamos algo, una respuesta que nos permita seguir avanzando; pero la MESA ya casi no se ve con tanta información. Pasado un tiempo, aunque desmotivados, retomamos la tarea. Entonces se produce el fenómeno inverso: ahora nada vale, ‐no se me ocurre nada‐, todo esta mal y la IDEA parece inalcanzable. Acudimos a todo tipo de referencias en busca de un sistema que nos ayude, una formula mágica para hacer proyectos; algo para no estar tan solos.

La MESA, ya llena, sin espacio para la IDEA.

Aquí comienza el proyecto. Es el momento de poner orden, el momento de limpiar. Limpiando vamos ordenando; ordenando vamos proyectando. Separamos lo superfluo de lo imprescindible, lo caprichoso de lo necesario, lo complicado de lo complejo; para llegar al problema y resolverlo. Con cautela, pero también con seguridad, eliminamos lo inútil, lo falso, lo confuso, lo que rompe el equilibrio, lo que hace ruido, aquello que me gusta, aquello de lo que no estoy seguro… y, con respeto, nos retiramos de la MESA, en silencio, sabiendo que vamos por buen camino.

Creo que sólo después de limpiar bien la MESA queda, debajo de todo, la IDEA.

FUENTE: Campo Baeza, Alberto. Aprendiendo a pensar. Nobuko, Buenos Aires, 2008. pp. 94‐95