LAS GAFAS DEL ARQUITECTO

Héctor Fernández Elorza

Del curso de proyectos, además de una nota, el alumno debería llevarse unas gafas.

La montura la construiría el profesor, con el rigor del método y tantas formas como alumnos. Éstos, pulirían a lo largo del curso las lentes hasta aclarar la realidad: ¡hasta reconocer sus realidades! De esta manera la cena de fin de curso se movería en una reunión de miopes, de tantos miopes como realidades, de tantas realidades como gafas.

De curso en curso, los profesores volverán a cambiar las monturas de las gafas del alumno o, simplemente, con la misma base decidirán darle nuevamente forma, (¡que no desconcierte!; ya que dependerá de la afinidad entre las gafas de los propios profesores), y el alumno seguirá puliendo las lentes: clarificando obsesivamente la realidad a través de sus gafas.

Con el tiempo, (a veces con el titulo), algunos alumnos, ya arquitectos, perderán o romperán sus gafas. En cambio, otros las guardarán con mimo, puliendo sus lentes de vez en cuando para quitárselas únicamente al apoyarlas sobre la mesa de dibujo. Los profesores, con el tiempo, cederán el turno a los maestros en la tarea de moldear la montura, (ya pocos la cambiarán), y las conversaciones con amigos, algunos libros o los viajes sustituirán a las clases de proyectos en busca del oculto arte de pulir sus lentes.

FUENTE: Campo Baeza, Alberto. Aprendiendo a pensar. Nobuko, Buenos Aires, 2008